La 'nueva' política de competencia europea
Los informes Letta y Draghi han abierto un debate acerca de la supuesta responsabilidad de la política de competencia comunitaria en el retraso tecnológico y productivo de la economía europea. También, acerca de la compatibilidad de esta política de competencia y el impulso a la política industrial que la Autonomía Estratégica europea exige.
La política de defensa de la competencia de la Unión Europea (UE) tiene como base jurídica los artículos 101 a 109 del TFUE y el Protocolo nº 27 que establece que el mercado interior, tal como se define en el artículo 3 del Tratado de la UE, incluye un sistema que garantiza que no se falsea la competencia. La base conceptual sobre la que se sustenta es la constatación de que para contribuir al bienestar económico general, la innovación y el crecimiento económico a largo plazo, la política de competencia debe velar para lograr un mercado interior libre, dinámico y eficiente. La competencia, con las empresas en igualdad de condiciones, incentiva en beneficio de los consumidores la oferta de los mejores productos a los precios más bajos.
Pero este marco conceptual exige, hoy, una mayor concreción. Para F. M. Scott, del Instituto Bruegel, "la competitividad es la capacidad de una región para lograr una alta productividad, atraer empresas, crear empleos y fomentar la innovación. Surge del uso eficiente de los recursos, está impulsada por mercados competitivos y se sustenta en tres pilares: política de competencia, política industrial procompetitiva y regulación". Tal y como los informes Letta y Draghi nos han vuelto a recordar, porque ya lo sabíamos, la UE no es un referente global en materia de productividad e innovación, lo cual pone en cuestión la capacidad europea de mantener nuestro modo de vida tal y como lo hemos conocido hasta ahora.
¿Cómo ha podido suceder algo así? La principal razón es que la integración económica es todavía insuficiente y el mercado único no lo es tal sino una realidad fragmentada e ineficiente, y todo ello en un difícil contexto en el que los avances que reclaman Letta y Draghi chocan con el antieuropeísmo y auge renacionalizador del populismo de derechas que sólo pueden empobrecernos colectivamente y ahondar la brecha que nos aleja de China o los EEUU.
La política de competencia debe servir para que las empresas europeas crezcan en los mercados globales garantizando que tengan incentivos para invertir, innovar y crecer (M. Sánchez, Telefónica). En la nueva etapa que dirigirá Teresa Ribera las decisiones de la poderosa DG COMP deberán asumir el nuevo marco geopolítico y estratégico considerando las particularidades y necesidades específicas de cada sector para garantizar la resiliencia europea al tiempo que se refuerza su competitividad.
Así, en el ámbito digital en el que operan los gigantes tecnológicos, se deberá saber casar la competencia con elementos como la seguridad garantizada por la integridad de los sistemas. Por ejemplo, algunos fabricantes no están lanzando en la UE sus productos de IA por culpa de la incertidumbre regulatoria, lo que puede acabar lastrando aún más la debilitada productividad europea.
Sectores como las telecomunicaciones necesitan superar el estancamiento actual generando operadores paneuropeos, pero esa mayor escala, por la naturaleza de su negocio tecnológico, sólo puede alcanzarse incrementando su inversión y dimensión local para potenciar su eficiencia.
En el sector financiero la capilaridad es crucial para reforzar la resiliencia de todo el sistema económico y en particular el acceso a crédito de las pymes. Las fusiones bancarias transfronterizas resultan imprescindibles para completar una Unión de Mercados de Capital europea plena que permita acometer con la escala necesaria los retos inversores a los que la UE ahora no llega, sin que ello suponga una merma de la capacidad de crecimiento, innovación y emprendimiento que la capilaridad de las instituciones bancarias locales garantizan sobre el territorio. La política de competencia defiende los mercados que funcionan bien.
La política de la UE más útil para escalar las empresas es la expansión del tamaño efectivo del mercado único -un mercado en los 27 países de la UE en lugar de muchos mercados pequeños insuficientemente armonizados dentro de Europa- y la garantía de una competencia sólida dentro del mismo. La productividad es consecuencia del uso de los recursos de la manera más eficiente posible en mercados competitivos, un uso que debe ser también compatible con la mejora de los incentivos para impulsar la innovación y el crecimiento y servir también, además de a los consumidores, a la próxima generación de empresas innovadoras.
Una política industrial procompetitiva a nivel de la UE para ayudar a profundizar el mercado único es perfectamente posible (Bruegel), y una necesidad vital.